Fernando Biderbost
Exposición de pintura
Del 19 de octubre al 30 de noviembre













Sus imágenes apuestan a la reafirmación del principio retiniano que en la modernidad fuera punta de lanza pero que a partir de la transvanguardia y los expresionismos de nuevo cuño, ha roto la barrera de la apreciación “desinteresada” abriendo complejas relaciones de significado donde los elementos de configuración artística han sido dotados de sentido y carga conceptual que rebasa la simple interpretación textual para proponer intrincados problemas a la percepción.
En este sentido la pintura, la que realiza Biderbost, apuesta a implementar complejos sistemas de vinculación visual que difícilmente pueden ser “leídos” con planteamientos silogísticos y en esto precisamente radica una de las aportaciones sustantivas de su pintura, en la orquestación de entramados donde el espectador tiene que dar sentido más allá de la anécdota iconográfica o del escrutinio interpretativo para enfrentarse al vértigo de los sentidos y a la inevitable somatización de la vivencia perceptual como medio para llegar a la implementación de conceptos sobre la realidad.
El asombro, la empatía y el hallazgo, son parte de las respuestas que desata el instrumental expresivo y conceptual de este artista, que a fuerza de implementar estrategias visuales de seducción, acaba por arrojarnos en una vorágine de experiencias donde quedan inutilizados los esquemas racionales de pensamiento para obligar a medirnos como entes sensibles más que pensantes, y hacernos entender que los vasos comunicantes con nuestro entorno son de carácter inestable y complejo. Con esta simple pero descomunal estrategia, Fernando Biderbost refirma el poder de la pintura como medio para reactivar en los sujetos la capacidad de asombro, pero sobre todo, para implementar la complejidad del pensamiento como alternativa que nos permita construir la realidad desde una perspectiva eminentemente humana.
Julio Chavez Guerrero
Nada de interpretar el paso ajeno, ni de tocar la misma tecla. Tampoco se trata de aplicar lo sabido, sino de procesar el cambio y la diferencia. La atmósfera de un sentimiento metamórfico que sea palpitante.
Xabier Sáenz de Gorbea
Parece emprender por momentos una recuperación de los valores preceptivos de la figuración, por medios abstractos. Muchos de sus cuadros disponen algo parecido a figuras en algo parecido a un horizonte, sin que estemos del todo ante ninguna de ambas cosas. Se organiza así la percepción del espectador de un modo clásico, atrapándola en las tensiones entre masas y entorno, fondo y primer plano. Al mismo tiempo, los polos de éstas tensiones denuncian constantemente su nuda naturaleza pictórica, abdicando de cualquier impostura de la representación.
Jaime Cuenca.
Sus obras, generalmente sin título, dejan la imaginación del contemplador tan virgen y abierta como la suya propia. Su voz posee acentos propios dentro de la abstracción lírica que se ha cultivado en el país aunque posea ecos y reminiscencias de la generación anterior de expresionistas abstractos.
En su pintura utiliza las técnicas mixtas: el óleo y el gouache, el lápiz y el bolígrafo, la mancha y la pasta seca, todo en uno y al unísono, hasta lograr la sinfonía deseada, sutil, evanescente, rica y sugerente, para el ojo y los sentidos. Biderbost es un gozador nato, un sensual hasta las cachas, un enorme polifonista.
Probablemente su obra contempla y fagotiza muchas otras, pero lo hace de modo personal, propio, entre la abstracción y el surrealismo. Fagotiza y nos devuelve de manera sutil y transparente mundos poéticos y profundos, a caballo entre la subconsciencia y el placer automático. Su pintura es pulsional, automática, gestual y al mismo tiempo refinada y exquisita.
Como diría el propio autor: “El logro de un cuadro se produce, sobre todo, cuando es capaz de fabricar su propia atmósfera, lo que hace su unidad interna, que significa fabricar su independencia. Cortar los hilos que te unían a él mientras lo pintabas. Su automatismo. Pero resulta complejo saber cuando se produce”
Edorta Kortadi